El punto de venta es el lugar en el cual los individuos dan el paso definitivo, llegando a convertirse en nuestros compradores o prefiriendo convertirse en seguidores de la competencia.
Nosotros, como empresa, debemos tener mucho cuidado con el mensaje que les hacemos llegar. Pues es muy probable que si no se realiza una buena estrategia, que guíe las acciones en el punto de venta, el mensaje transmitido no será íntegramente como debería ser. Esto es así porque todo comunica.
No se trata solo del eslogan que aparezca, ni de la imagen que lo acompaña, o el archivo audiovisual situado en los displays. En el punto de venta las acciones deben tener una raíz asentada. La visión, misión, filosofía y cultura corporativa se vuelven referentes estratégicos.
La simple combinación de colores, el lugar en el que situamos el material publicitario, la manera de la que decidimos hacerles llegar el mensaje, todo ello comunica un determinado estilo, una forma de ser de nuestra empresa.
Al igual que vamos formando una imagen de las personas, a partir del momento en el que recibimos la primera impresión, cuando nos llega información de un marca configuramos nuestra opinión acerca de la misma. La percepción que tendrán nuestros consumidores en el punto de venta tiene un valor muy alto para la marca, pues a largo plazo éstos captarán a nuevos clientes mediante el marketing boca a oreja.
No olvidemos nunca que nuestros anuncios en televisión, nuestros carteles, nuestra publicidad en el punto de venta, nuestras cuñas, nuestro patrocinio y mecenazgo, todo lo que emitimos debe ser unitario, transmitiendo un mensaje uniforme y conciso.
En definitiva, si somos una empresa cuyos valores centrales son innovación, modernidad y RSC; no debemos olvidar que ninguna de las acciones que llevamos a cabo puede ir en contra de alguno de los valores. En caso de que esto ocurra, el choque producido en la mente de los potenciales clientes podría suponer una pérdida económica a favor de nuestra competencia.